Por: Juan Carlos Castrillón
La
verdadera justicia no puede hacerse porque es a los grandes delincuentes
a quienes protege y ellos son los que disfrutan de los favores del poder
judicial.
Marqués
de Sade, Justine
-Es un
mundo podrido. No se le puede responder más que con maldad. Es la única cosa
que todo el mundo entiende: la maldad. Quémale la casa a un hombre, entonces
comprenderá. Envenénale al perro. Asesínalo.
Truman
Capote, A Sangre Fría
Tratar de
hacer un recuento histórico del número de niños y jóvenes asesinados
cobardemente por el sistema imperialista en su demente afán expansionista sería
una tarea dolorosamente imposible. Los menores de edad son las víctimas
naturales de un sistema depredador por excelencia. Esta vergonzosa tendencia se
empezó a incrementar a finales de los años 60 del siglo pasado; sobre todo a
partir del emblemático 1958, año de la rebelión juvenil organizada, a nivel
mundial, parteaguas también de la sistematizada respuesta represiva del estado;
-misma que es la única solución que la clase opresora puede y quiere dar a todo
tipo de inevitables conflictos sociales-. En México, laboratorio de pruebas del
imperio, aún se desconoce exactamente el número de muertos en ésta cruel etapa,
que llevaría a la barbarie a todo el continente, vía la famosa Operación
Cóndor, cortesía de la delincuencial CIA, implacable verdugo del capitalismo.
¿Cuántas víctimas infantiles han perecido anónimamente en las intervenciones
militares en Vietnam, en El Salvador, en Panamá, en Afganistán, en Irak,
en...?
Nos hemos convertido en la cerda que se come a sus cerditos. Hemos faltado a nuestra obligación, como miembros de la especie humana, de proteger a nuestros hijos de los estafadores, los vendedores y los publicitarios; hemos faltado a nuestra obligación de mantener a los vividores que hacen falsas promesas al otro lado del foso. Es más, hemos bajado el puente levadizo, les hemos dado entrada franca en nuestro castillo y les hemos dejado convertirse en niñeras de nuestros hijos. Si tenemos televisor en cada habitación, es para que nos dejen tranquilos. Y, para acallar nuestros remordimientos por esa traición, le hemos dado a cada niño una tarjeta de crédito.
El grotesco crimen cometido recientemente en Chihuahua en contra de un pequeño de 6 años, a manos de sus propios vecinos adolecentes que jugaban al secuestro, -que en un principio los medios informaron que había sido torturado y hasta le habían sacado ambos ojos, y luego fue burdamente censurado para "evitar el morbo"-, es sólo monstruosa consecuencia lógica de años de impunes feminicidios, genocidio de estado, terror, violencia e injusticia cotidianas, propias de esta sociedad en grave decadencia, que por lo pronto, aún debemos sobrevivir; sólo es tristísimo termómetro del grado de degeneración al que nos ha orillado esta anacrónica "organización" económica, política, social, donde el poder de una minoría carcome eficientemente la vida de nuestro planeta. Nuestro deber como humanos verdaderos, es luchar por la superación definitiva de esta época insoportable.
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