“QUÉ GRANDE ES EL PEQUEÑO DÍA DE HOY”

 Por Carlos Santibáñez Andonegui

Es el 08 de marzo, en algunos países fiesta nacional. El llamado Día de la Mujer. Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Lo proclamó Clara Zetkin en 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague. Conmemoró una manifestación de trabajadoras de 1857 en Nueva York.
Pero el incidente que más lo marcó, fue el incendio que tuvo lugar el 25 de marzo de 1911, en el que 146 mujeres trabajadoras, la mayoría inmigrantes, murieron en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York, en unos veinte minutos, atrapadas detrás de puertas cerradas con llave y fuera del alcance de los bomberos, en un intento por saltar de las llamas, desde el 9º. piso de la fábrica. Era una fábrica clandestina en la que las mujeres no tenían derechos, con las puertas cerradas con llave, a un paso de la esclavitud.
Este incendio inspiró a la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Hoy, más de un siglo después, el mundo se transforma y la ONU propone como tema en 2017, el de las mujeres en un mundo laboral en transformación bajo la iniciativa “Demos el Paso”. Mas no podemos soslayar que el contexto internacional se muestra ahora adverso. La ascensión de un ex cadete millonario a la más alta responsabilidad política de los Estados Unidos, que se caracteriza no precisamente por respetarlas, no facilita las cosas y como es de esperarse la costumbre de humillarlas acecha en otras partes del mundo y para muestra un botón: el eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke, sacó a relucir el machismo en la Eurocámara al afirmar que las mujeres son menos inteligentes que los hombres y por eso deben ganar menos.
¡Y no es de hoy! Mancha de la filosofía griega, el plantear que nada más los hombres habían recibido el alma directamente de los dioses, pero era a hombres cobardes, a quienes les estaba permitido regresar a este mundo más allá de la vida, a buscar una segunda oportunidad como mujeres. Estas mujeres de “segunda mano” de Platón son un insulto de quien fuera el mejor discípulo de Sócrates; alguien lanzó otro insulto: que la incapacidad para producir semen es una deficiencia en la mujer. Aristóteles tuvo una falla del tamaño del mundo al considerar un ser humano defectuoso a la mujer, quien no podía ejercer ningún cargo público y para san Agustín, la sujeción al marido era tan simple de explicar, con “el más débil sirve al más fuerte”.
Henrick de Sergusio da 18 razones por las que las mujeres son peores que los hombres. Como era natural, el poder en manos de hombres se volvió injusto con los gobernados. No parece estar relacionado pero, ¿qué se espera que haga con el pueblo quien humilla y ofende a la mujer?
Si el poder real sobajó a la mujer, hizo lo propio con los gobernados, en sistemas como el feudalismo les trató a capricho y en contra de esto surgieron instituciones como la medieval figura del “Consejo del Rey”, para corregir la injusticia en favor de los súbditos. Poco a poco el rey aceptó asesoría. Que le dijeran sus verdades. En la elaboración de reglamentos y leyes, en la Edad Media –hablamos de hace más de mil años- estaban ya presentes las asesorías de oficiales notables allegados a la Corona. Precisamente una antiquísima obra El Conde Lucanor del Infante Juan Manuel, deja de un modo u otro, testimonio de ello: la asesoría para la toma de decisiones valientes en los reinos.
En Italia a partir del Renacimiento, prosperó la intención de preparar al Príncipe con Maquiavelo, así fuera para velar por intereses familiares o personales, pero que de algún modo tuvieron que compaginar con los intereses del Reino o de lo contrario, los reinos se hubieran extinguido en vez de surgir de aquel mundo ávido de descubrimientos y conocimientos, el vigor de los Estados nacionales. Ya hacia finales del siglo XVIII, cuando el modo de producción imponía nueva forma de pensar y de ser a nacionales de distintos países, surgió la Revolución Francesa. Es de notar que, si el sacudimiento abolió la monarquía, al amparo del grito: libertad, igualdad, fraternidad, no hizo lo mismo con la institución de la Asesoría Administrativa para la toma de decisiones por parte del Ejecutivo, sino al contrario, sistematizó la institución con los elementos del pasado, aquellos consejos reales que venían funcionando en España, en Italia, en la propia Francia donde además existían los llamados “Tribunales del Rey”, siendo así como la Constitución de 13 de diciembre de 1789, en su artículo 52, oficializó al más alto nivel el “Consejo de Estado”, poniéndolo bajo la dirección de los cónsules, con la función de redactar proyectos de ley, Reglamentos de la Administración Pública, y dirimir conflictos entre la Administración y los administrados, lo que a todas luces creó el derecho contencioso administrativo moderno.
Hoy día tenemos en México uno de los máximos modelos del mundo en cuanto a revisión de actos de autoridad: el Tribunal Federal de Justicia Administrativa, en cuyo impulso de cuidar la legalidad de los actos del Ejecutivo es pionero incluso de instituciones como el Ombudsman, al significar un coto a la arbitrariedad, y es gracias al ejemplo de este Tribunal creado en 1936, que en su momento se logró reformar el artículo 104 constitucional adicionando a la fracción I para incluir los tribunales administrativos dotados de plena autonomía para dictar sus fallos.
Pionero asimismo de los tribunales contenciosos administrativos, este Órgano jurisdiccional al cual yo me honré en pertenecer durante 20 años, celebrará el Día de la Mujer recordando a una mujer que no solamente fue la primera mujer presidenta del entonces llamado Tribunal Fiscal de la Federación, sino que formó parte de la Alianza de Mujeres de México, y como magistrada siguió los pasos de Dolores Heduán Virués (autora de los libros: Las funciones del Tribunal Fiscal de la Federación en 1961 y Cuarta década), y llegó a ser presidenta del mismo en 1971, 1972 y 1983. Nos referimos a Margarita Lomelí Cerezo. Miembro de la Academia Mexicana de Derecho Fiscal, del Colegio de Profesores e Investigadores del Derecho Fiscal y Finanzas Públicas; en 1983 designada “Mujer del Año”. Autora de: El poder sancionador de la administración pública en materia fiscal, Derecho represivo fiscal y Estudios Fiscales, así como ponencias en temas de derecho tributario y administrativo. Al lado suyo mujeres como la magistrada Silvia Eugenia Díaz Vega, Alma Peralta Di Gregorio, Guadalupe Aguirre Soria.
Y mucho más allá de todo eso, Margarita fue una amiga de todos nosotros, que estuvo siempre al tanto de lo que sucedía en el tribunal, levantándonos en momentos difíciles. Se ignora por qué no se la nombró Ministra de la Corte, creo que sabría explicarlo Mariano Azuela más allá de la anécdota para corazones rotos de que ella no salió porque Mariano hizo caso de un tonto secretario que dijo no avalarla el Presidente. Que hable Mariano. Que nos diga Adriana Díaz de la Cueva todo lo que tuvo que hacer antes de su muerte, para recuperarle su ya suspendida injustamente pensión del ISSSTE, por la avanzada edad de más de 90 años.
Hablar de Margarita Lomelí es hablar de una parte de mi vida profesional y académica. No olvidaré su presencia en mi fiesta por el día de mi examen profesional de abogado en 1995, junto a mis sinodales Gustavo Esquivel, Luis Carballo Balvanera y Alfonso Nava Negrete. Su presencia en eventos familiares y académicos que marcaron mi vida como la boda de mi hermana o la recepción del poemario Glorias del Eje Central en la casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles, la noche de 1993 en que ahí mismo se me agotó la edición. Su primorosa carta que redactó al efecto de que un fundador del Instituto, el Magistrado Luis Humberto Delgadillo Gutiérrez me ayudara a volver a entrar al tribunal, y que él traidoramente, antes de jubilarse echó en el olvido.
No olvidaré yo en cambio la fecha en que, por ayudarme a permanecer en ese Órgano Jurisdiccional, ella  en la década de los noventa se atrevió a hablar duro con el Presidente en turno y al cerrarse esa puerta tras la cual se decidía mi destino, solamente escuché las providentes palabras: “¡Ayer: yo te cargué!”, con las que hizo rodar el orgullo del alto magistrado que me dejó poner así mi oficina afuera de la Secretaría Particular, en donde fuera el sitio que antes iba a ser comedor para empleados, y  en el que aun me confiaron a perfeccionar la educación de dos reinas: Cynthia y Penélope, que al otorgarme dijo la Oficial Mayor, “las ponemos en tus manos porque sabemos que eres incapaz de hacerles nada malo”. Estar a cargo de la especialización de jóvenes pasantes del tribunal fue para mí como defender una reserva ecológica.
Ahí está su recuerdo, ahí está su vida dejada como ejemplo de una mexicana total;  su padre formó parte de la comisión que atendió las reclamaciones de mexicanos en la segunda guerra, su amor por el prójimo fue más allá del pleno y las sentencias: creó un círculo bíblico al cual me honré en pertenecer por décadas, y ha continuado con nosotros, el mejor de sus amigos, el Contador Alfonso Aguilar Álvarez, forjando la profundidad del alma de la maestra educadora Mercedes Serna, la sesuda abogada Adriana Díaz de la Cueva, las secretarias Chelita y Berta Alarcón, Aurora, su amiga Rosita, el de la voz y tantos que han continuado tus pasos, Margarita, como en otro tiempo las dulces señoritas Villamar. A ti inolvidable amiga, a cuya hermana de niña llamó su “muñequita”, hoy recordamos con acrisolada emoción, que has caminado ya hacia lo definitivo y el Tribunal asume la huella de tus pasos en el nombre del aula bien hallada en donde tantas veces me tocó presidir las clases impartidas por el entonces Instituto y hoy Centro de estudios fiscales. Recibe con nostalgia agradecida el poema que escribí para ti,  el día en que nos diste la cátedra prima.

“EL PEQUEÑO DÍA DE HOY

Por: Lic. Carlos Santibáñez
A la Dra. Margarita Lomelí Cerezo

Como el orgullo de alumbrar del sol,
“qué grande es el pequeño
día de hoy”.

Tiene el Derecho un nuevo Edificio,
y Margarita da la cátedra prima.
Algo en mi oscuro día de hoy, se ilumina.

Hoy sé que el tiempo
con toda calma
guarda los apellidos del alma.

Hoy se reencuentra
piso por piso
el corazón que supo lo que quiso.

Nada nuevo y nada igual.
Dar cuenta con lo que miro:
Todo se va en un respiro.

Todo cuenta y todo es real.
¡Es el eterno destino
de estar en un Tribunal!


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