Por
Juan Carlos Castrillón
“Les aseguro que tenemos un material
inagotable para la risa. Y necesitamos tanto reír porque la risa es la forma
más inmediata de la liberación de lo que nos oprime, del distanciamiento de lo
que nos aprisiona”.
Rosario Castellanos
Gonzalo Martré es el Zappa de la
literatura mexicana- sí, Frank
Zappa, ese músico que utilizó su divina
inspiración melódica para pitorrearse sanamente de todos y cada uno de los
estúpidos prejuicios de la sociedad estadunidense- es el Don, el Padrino, el
Sicario, el Apoderado Legal del mismísimo Satanás; un desmadrosísimo genio que
destruye con su prosa ardiente y su delicioso veneno lingüístico hasta los
cimientos del corrupto estado mexicano.
Esta densa y a la vez ligera pentalogía titulada Sabor a PRI, dinamita
con su maldita poesía los mitos engañabobos de la política nacional en los
últimos 70 años. Hace gala de una prosa concisa, maciza, filosa, plena de
continuos hallazgos, juegos de doble y triple sentido, apodos muy
manchados-simplemente justos-, abiertos albures, y un heroico humor gandalla,
que hace ver a otros célebres "humoristas", como José Rubén Romero
(autor de Pito Pérez, despreciado por José Revueltas) o el infumable Ibargüengoitia, como simples ñoños de jardín de niños.
Nuestro autor pinta con mano maestra y de cuerpo completo a estos nauseabundos
personajes políticos, y los pone literalmente en el hilarante y electrizante
final dantesco, en el quinto círculo del infierno donde relata-con inconmovible
letra manuscrita- el castigo que el diablo les tiene preparado a cada uno de
estos traidores vende patrias: Desde muy joven fue calvo, anheló fervientemente
tener pelo y ser galán. Sabiendo esto, maese Diablo le preparó una peluca muy
especial para cuando caiga por aquí. Todos los días, apenas se levante el
Pelochas, irá al tocador y escogerá una de las cien pelucas de que dispondrá.
Se la encasquetará, se mirará al espejo y muy arrogante saldrá de conquista
femenina a la calle. Apenas dé un paso afuera de ella, la peluca se incendiará,
él presto tratará de arrojarla lejos pero no podrá, la peluca ha sido adherida
a su cuero cabelludo, con un pegamento especial que, conforme aumenta el calor,
se adhiere más a la piel.... Le pide ayuda a su familia (también alojada en el
5o círculo del infierno) y en lugar de darle agua, le proporcionan un bidón de
gasolina con el que termina por arder hasta las salinistas cenizas...y así una
y otra vez hasta la eternidad…
Leer estas páginas es sumamente
emocionante a cada momento, la proverbial prosa martriana fluye destructora por
la historia oficial, cuenta anécdotas muy divertidas, abiertos chismes muy
sabrosos de todos conocidos que involucran a presidentes, secretarios de
estado, dirigentes varios, y hasta intelectuales orgánicos (cuanto se robó y en
qué lo gastó, cuáles eran sus vicios, con quién andaba, con quién le ponían los
cuernos, etc.), datos importantes a nivel económico, histórico, político y
social, todo aderezado con el picante
lenguaje asesino que nos obliga a todos los matices de la risa: desde la
sonrisa cómplice, hasta la escandalosa
carcajada liberadora. Esta narrativa me remite a la literatura sin ficción:
Capote, la parte militante de Mailer, o lo más ácido de Hunter S. Thompson, Tom
Wolfe, o hasta el desesperante William Burroughs, o al certero Ibargoyen de
Sangre en el Sur; enriquecido con
estilos que abrevan de los mexicanos Azuela, Guzmán, Heriberto Frías, Micrós, y
por supuesto Fernández de Lizardi, todos estos nombres son solo acercamientos,
ya que la obra de Martré es de una originalidad inevitable. El humor, iba
a escribir "negro como helada
cerveza", pero el humor de Martré en realidad es rojinegro, letal asesino,
macabro, y exquisito. En él la risa, parafraseando al gran Quevedo, se vuelve
delincuente carcajada, desafiante, subversiva, y finalmente, al reproducirse
seriamente en millones de ecos que obligan a pensar, transgresora,
transformadora, regeneradora, revolucionaria.
Dice el argentino Mempo Giardinelli
que uno de los matices que más le fascinan del mexicano es lo desmadroso que
puede ser. Apunta lo curioso que es esta característica si se toma en cuenta
que México es un país solemne, donde las formas versallescas y reverenciales
son muy cuidadas, donde todo el SISTEMA está lleno de pequeños signos y
sutilezas, donde tanta formalidad lo hace tan cuadrado y duro. Pero ratifica
que la capacidad desmadrosa que tienen los mexicanos y su capacidad de alegría
son envidiables.
Una referencia, que puede servir de
exacto complemento para redondear las épocas, es la Tragicomedia Mexicana de
José Agustín, un relato más enfocado a lo sociocultural-existencialista,
mientras Sabor a PRI es político, satírico y maldito, sin hacer concesiones; al
grado tal que podemos ponerle el ilustre título del Anti-Krauze (ese pseudo
historiador obsesionado con servir al poder, experto en convertir la historia
patria en una serie de lacrimosas telenovelas):
Del presunto "momento" al
momento mexicano. De los sueños encopetados de estadista de talla mundial que
le fomentaban a Peña Nieto antes de Iguala-Ayotzinapa, a la vejada condición de
beneficiario personal, conyugal y grupal de maniobras corruptas para hacerse de
residencias, entre más lujosas más infames, con el hazmerreír político de un
contralor muñeco con ricitos, designado para limpiar las huellas: blanqueo de
casas con pintura de suciedad.
Al final, en el tomo V Don Gonzalo
incluye unos desternillantes diálogos entre los generales Ignacio Zaragoza y
Felipe Ángeles donde el ejército sale muy mal librado; o entre el Gavioto
Copetín y la Sierpe Maligna (o sea Peña y su ventrílocuo Salinas, por supuesto)
notable ejercicio del absurdo al nivel
de un Alfred Jarry en Ubu Rey, o de los grotescos esperpentos de Valle
Inclán. Otra obra cercana en intensiones con Sabor a PRI puede ser las Venas
Abiertas de América Latina de Galeano, narración academicista del saqueo
impuesto sobre nuestro continente por las potencias colonialistas, pero
mientras el trabajo del uruguayo puede volverse aburrido y hasta tedioso, los
volúmenes del hidalguense son obsesivamente divertidos. Aquí es sencillo darse
cuenta del genio del satirista, después de leer largo párrafo interesantísimo,
cualquiera se pregunta: ¿Cómo hace Martré para conseguir ser tan serio, profesional
en lo que escribe (ya que no se trata tan solo de criticar, satirizar,
insultar, o caricaturizar, sino de hacer un análisis profundo, certero,
documentado y apasionado) y a la vez tan elegantemente cruel, desmadroso,
diestro, ameno y procaz?
Esto solo puede conseguirlo un general
brigadier de las letras, mismo que se ha entrenado durante décadas en el
periodismo más rudo de la temporada. Esa magistral manera de obligarnos a
pensar mientras soltamos la carcajada se vuelve sello incomparable en manos del
autor de Safari en la Zona Rosa.
Compañeros: No exagero al expresar que
esta magna obra es un hito en la literatura global de todos los tiempos. En la
literatura de alto calibre, por supuesto, esa que inspira a pensar por uno
mismo, esa que destruye para construir, anima a luchar y a transformar la
realidad. Literatura cuántica, género que ha sido inaugurado por el autor en su novela El Címbalo de Oro.
Gonzalo Martré es una leyenda
viviente, autor de la mítica novela catedralicia Los Símbolos Transparentes, la
más importante sobre el año decisivo de 1968 en el continente americano, por lo
menos. Este documento está escrito con una maestría que fragmenta el tiempo
arbitrariamente para entrar directamente a la psique del lector y robar su
atención para así explicarle detenidamente cómo y porqué ocurrió la vergonzosa
masacre de Tlatelolco, te hace llorar, te hace reír, te horroriza, te enoja, te
seduce contándote historias terribles del movimiento desde dentro de las
barricadas; pero también te da el punto de vista de un soldado, un periodista,
una brigada de jóvenes, un padre de familia, un porro, entre otros; para
entregarnos una visión polifónica, cinematográfica -como de varias cámaras al
mismo tiempo desde diferentes ángulos del horroroso exterminio de estudiantes y
familias enteras- y sus consecuencias en otros entrañables personajes. La prosa
es implacable, te golpea hasta despertarte, aquel que lee un libro de Martré
jamás lo olvida, no hay otro como él. Para mí es un gran maestro, uno de los últimos
de los que acepto regaños. Un generoso amigo, con su valioso tiempo, sus
conocimientos, sus libros, y conmigo, hasta con su ron. Uno de los autores más
malditos, más nobles, más valientes, vuela como mariposa y pica como abeja: el
Muhammad Alí de la mediocre literatura mexicana contemporánea.
Todo el conjunto de aparatos,
instituciones, leyes, etc., que fueron resultado directo del movimiento ligado
al nacionalismo revolucionario, producto a su vez de la revolución mexicana,
han sido literalmente barridos por la onda expansiva del neoliberalismo. Los
resultados están a la vista, y son particularmente graves porque en México, a
diferencia de lo que sucedió en países desarrollados, el intervencionismo no
creó condiciones mínimas de bienestar, ni importantes franjas de clases
intermedias entre ricos y pobres. En México las diferencias entre riqueza y
pobreza siempre han sido abismales, el neoliberalismo las ha extremado y está
eliminando las fuerzas contrarrestantes, el área social de la economía, que durante
muchos años han impedido un estallido inminente.
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