“HÁBLALE A UN CAMPESINO O A UN OBRERO EN ABSTRACTO Y TE MANDARÁ A LA CHINGADA EN CONCRETO”


Por: Salvador Díaz Sánchez

Con cuanto amor me afilié al Partido Mexicano de los Trabajadores, allá por 1984. Estudiaba cine en el CUEC. Varios factores influyeron para ello. Uno fue Naranjo, leí en una entrevista inventada por un excompañero mío de la Facultad de Ciencias Políticas donde antes había estudiado Periodismo y Comunicación Colectiva, Abel Ramos Nájera, creo que sí, así se llama. Abel recopilaba declaraciones de personajes y les ponía preguntas, en una sección llamada “El Cuestionario Proust”, en la revista “para caballeros”, “EL” o "EROS", dirigida por Gustavo Sáinz, un maestro de la Facultad con quien cursé muchas materias. 

En esa entrevista Rogelio Naranjo es señalado como no militante de ningún partido (ah, pero ahora me asalta la duda ¿era en “EL”, o era el “Unomásuno?, chin, ya me apedrearon la memoria), el caso es que el mejor caricaturista de México después de Posada y por encima de Quezada, aclaró posteriormente que él sí militaba en un partido y que éste era el Partido Mexicano de los Trabajadores, PMT. Lo que me faltaba. Mi caricaturista favorito era del partido que más llamaba mi atención. Y claro. Rius lo era. Efrén lo era. Y pacabarla Helio Flores, el de los monigotes manieristas también lo era. A la sazón los mejores caricaturistas de México. Y no se diga Heberto Castillo a quien leía cada semana en "Los Agachados" y antes en "Los Supermachos" de Rius. Además simpatizaban en la acción Beto el Boticario, Olga Breeskin y Oscar Chávez, bueno hasta el “No hay”, Héctor Suárez. Y además se encontraban en el PMT, ¡Demetrio Vallejo!, ¡El Búho!, Eduardo Valle (quien acaba de morir), el Cabezón Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Tayde Aburto (estos dos chapingueros), ¡pura gloria de la izquierda, izquierda!, y claro, pero si cómo no, mi cuatacho el actor Carlos Bracho. Así cómo no me iba afiliar. Pero no fue tanto por ellos sino porque manejaban un discurso radical nacionalista para llegarle a la gente. Recuerdo una vez a Heberto quien me decía “háblale a un campesino o a un obrero en abstracto y te mandará a la chingada en concreto”, y es que la otra izquierda la del Partido Comunista Mexicano (PCM) y los troskistas del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), hablaban del socialismo y del comunismo, y del marxismo y del troskismo, y pues los estudiantes, las amas de casa, los obreros, los empleados, los trabajadores pues, ni en cuenta. Esto me sirvió para organizar en la sencillez y no en la pedantez intelectual. Y me afilié. El PMT creció en Texcoco como en ningún otro lado del país. Adquirimos una corpulencia impensable. Así llegamos a 1987. Fecha en que el PMT se fusionó con el Partido Socialista Unificado de México, PSUM (antes Partido Comunista Mexicano, pro-soviético), con la Unidad de Izquierda Comunista, UIC (no sé qué pro), con el Movimiento Revolucionario del Pueblo, MRP (pro-maoísta), con el PPR (antes Corriente Socialista, pro-guerrillerista) y con una fracción del Partido socialista de los Trabajadores, PST (pro-echeverrista, auspiciado por Luis Echeverría) para constituir el Partido Mexicano Socialista, PMS. Y en ese mismo 1987 hice mi debut como candidato a la presidencia municipal por Texcoco. Fue una campaña chingoncísima, con un puñadito de militantes entre los que destacó siempre Enrique, mi entrañable hermano, Amanda, Emi, sus hijas; Beto Pérez, Maru, Celso Ramírez, Margarita Aguilar, Gerardo Quintana, don Pancho Peralta, y otros, Odette, mi ñora empezaba a militar también. Los resultados fueron impresionantes. Bueno, esta foto es de aquellos tiempos. Además de mí, que pronuncio en el micrófono una arenga, reconozco desde luego al ingeniero Heberto Castillo, a Carmelo Enríquez del exMRP que está con don Pepe Álvarez Icaza, algunos miembros de la planilla, y muy en segundo plano, atrás de mí, un tipo que aprovechó todo dizque para “encumbrarse” traicionando su principios dizque de izquierda y de amor al pueblo. En fin, pues es de los expemetistas que ya se “hicieron” “ricos” y saltan de hueso en hueso, ruñendo fémures, tibias y peronés, pues hay que sigan, los que preferimos seguir con los trabajadores caminamos con la frente en alto.

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