TRIENTA Y CUATRO AÑOS DESPUÉS… PEDIR PERDÓN, SIGUE VIGENTE


“Soy responsable del timón, pero no de la tormenta” con esa frase rompió en llanto el entonces presidente de la República Mexicana José López Portillo, un 01 de septiembre de 1982, en el marco de su sexto y último informe de gobierno.
La crisis de 1982 fue la peor hasta ese momento, provocó una devaluación de 3,100% en el sexenio, la inflación creció 4,030%, el poder adquisitivo decreció 70%, el PIB per cápita se encogió 10% y las paraestatales se redujeron de 1155 a 413.
Si hacemos memoria y observamos un poco a nuestro rededor, el hecho de hacer
énfasis al señalar a quién pedía perdón, debió y debe tomarse como una tomada de pelo, como un sarcasmo. Sin embargo, en esa época como hoy, había muchos crédulos del gobierno federal y para variar, el yugo del catolicismo todavía imperaba en nuestra sociedad, de tal suerte que negarle el perdón a un truhan, era considerado una herejía; luego entonces, los marginados y desposeídos se tragaron su orgullo y por supuesto, el sexenio siguiente también fue sudor y lágrimas. Hoy día como ayer, el pueblo mexicano sigue teniendo las mismas características de marginación y pobreza, solo que ahora nos llaman ‘prole’
Es así que desde sexenios atrás y hasta nuestros días, “los pobres cada día son más pobres y los ricos, cada día más ricos” reza el famoso refrán utilizado por quienes aspiran a llegar al poder, mientras la muchedumbre que los escucha exclama: ¡si cierto!
La indignación, el enojo y las mentadas de madre, han sido desde siempre, el eslogan del pueblo oprimido y cuando la voz del pueblo retumba por encima de truenos y relámpagos, cuando el enojo se hace acompañar del fulgor de machetes y pancartas, cuando las redes sociales se tiñen del descontento generalizado, cuando el hartazgo de la sociedad se enfrenta al fusil del uniformado porque ya no admite una excusa más para seguir abajo, humillado, oprimido y nuevamente desposeído… llega otra vez la salida burlesca de pedir perdón.
Cierto que las palabras “se toman de quien vienen”, solo que, cuando se dicen en un recinto oficial como el Palacio Nacional, cuando el que las dice debería ser justamente el primero en poner el ejemplo de rectitud y anticorrupción, cuando ese tipo de palabras se acompañan de la promulgación de las Leyes del Sistema Nacional Anticorrupción, es decir, se proclama anticorrupción y se pide perdón por ser corrupto…, ese hecho definitivamente resulta indignante.
Esto último se aprecia en el punto donde Peña Nieto, fue claro y señaló “no obstante que me conduje conforme a la ley” así como diciendo –yo no hice nada malo, la indignación la provocó una periodista, pero para que estén contentos y se callen, les pido perdón-.
Sin embargo, los hechos en nuestro país nos dicen que es vulgar y descaradamente vigente pedir perdón, tanto como absurda y sencillamente, ¡inadmisible!


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